Jueves 31 de Julio – Ruta 88, Malvinas Argentinas, Córdoba.
El montecristo te lleva hasta lo que el pueblo ya conoce como el acampe contra Monsanto. A casi un año de la resistencia, así las cosas…

Desde córdoba se respira una neblina que no deja ver ni a los compxs. Circula entre los ranchitos el silencio y la humedad. Nunca se sabe que puede pasar. Cualquier mínimo ruido te mantiene alerta. A pesar de estar mal dormidos y alimentados a base de recicle comunitario y harinas, el ánimo es agradable. Nos despertamos con el buen día de la leña en mano, del arroz con verduras para el desayuno, algunas frutitas, de las tareas que se vienen en otro dia más resistiendo.
No son pocas las amenazas. Autos que caen de noche buscando gente que ya no está. Algo violento en su forma, sospechoso. Todo parece un poco sospechoso por momentos. Pero los compxs no tenemos miedo, cada día cada fuerza externa que golpea solo logra fortalecer más el vínculo para adentro del campamento, aldea, comunidad… que se ha formado en las entradas del predio a la planta de Monsanto. Dicen los murmullos entre huerta y huerta que esta lucha de algún modo está ganada. No en el sentido de haber conseguido lo que más queremos todos, que es no sólo que Monsanto desaparezca de la faz de la tierra, sino mucho más, el poder vivir como cada uno lo elige, en convivencia con los demás. Es decir, en una palabra, la libertad. La libertad bien entendida de quien ha desplazado de su mente los deseos de dominación o explotación impuestos por una educación de siglos de domesticación. Y puede contemplar el movimiento de la naturaleza, sin buscar institucionalizarlo todo, sin buscar protagonismo, entendiendo que esta lucha es por y para todxs y empieza desde cada unx y desde lo más mínimo y cotidiano. Somos animales salvajes que vuelven a reconocerse como parte de la naturaleza, o al menos se acercan lo más posible. Y esto lo logrado. Quienes detentan el poder saben que podemos organizarnos de otra manera, estableciendo entre nosotros relaciones de compañerismo, de respeto, de ayuda mutua. Que no los necesitamos en nuestras primaveras. Que entre nosotrxs y la tierra hay un lazo que las multinacionales no pueden romper así nomás. Que muy en el fondo, este pequeño brote puede volarse con el viento y empezar a hacer crecer jardines en todas las luchas, en todas las casas, en todos los corazones hoy algo frios y asustados de todxs alrededor. Y por eso se ha logrado tanto. El Estado y los políticos de turno que lo representan no tienen la pasión para comprender que el frío no es nada si hay un compx cerca que te abrace.




La suerte de aldea que se conformó en las afueras del predio ya lleva casi un año resistiendo, y nadie parece querer irse antes que la empresa que aquí pretende instalar la planta de maíz transgénico más grande de Sudamérica, desaparezca. Las nuevos vínculos generados, sin poder atravesándolas, son el principio de una lucha constante. La lucha por un mundo donde nosotrxs mismxs seamos otrxs. Donde lo de adentro y lo de afuera no esté desconectado. Donde el sentir del corazón y el pensar de la razón se unan para dar lugar a personas sólidas y decididas que vivan en armonía con el entorno que nos cobija. Personas con valores como el respeto, la solidaridad, la ayuda mutua. Personas y otrxs animales que se contemplen y que contemplen la belleza de la naturaleza que cuanto menos intervenida, mejor es. Y aunque la planta esté haciendo todos los artilugios posibles para quedarse acá, la gente ya está alerta. Poco a poco el nivel de destrucción de esta empresa de productos químicos y de guerra está siendo tema de conversación en las casas a la hora de comer. Y cada día se esparcirán más las ideas, como el amaranto que crece por todas partes. Como los sembradíos de quinoa que alguna vez quemaron los colonizadores de ayer, sembradíos que alimentaban poblaciones enteras. Sin embargo resisitieron aquellos pueblos, protegidos por la misma pacha. Hoy se trata de recuperar, el alimento, la verdadera medicina, el amor, la libertad, hasta el mismo amanecer…

Y por mi parte, no sé si Monsanto se irá o no, si se irá ahora o faltará mucho todavía, si se seguirá llevando consigo la vida de los niñxs con cáncer y tumores por un tiempo más. Pero de que todo esto se va a caer, estoy segura. Pero no se va a caer solo. Somos nosotrxs los que estamos destruyendo y construyendo. Elijamos que queremos construir. Y como estoy segura de que existe en el fondo de muchas personas un fuerte deseo de regresar a la tierra, de volver a “ensuciarse” las manos, de llenarse los pulmones de aire sin glifosato, de mirar el cielo y ver nubes, no químicos de experimentos de laboratorios… por eso seguimos, y por eso la fuerza de Monsanto en comparación a nuestra convicción y la rebeldía de los corazones, los despiertos y los que están a punto de hacerlo, no es más que un poroto de soja transgénica.
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Aporte para el acampe, en solidaridad con los compañerxs y con la lucha en general. Por un mundo sin opresores ni oprimidxs, por la libertad, por la anarquía! |
genial cumpa.-
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